La acrobacia del salmón
La acrobacia del salmón evoca sucesivas pérdidas con la euforia del desastre necesario a la destinación. En este universo entrópico, donde el cambio requiere de catástrofe, la alegría esencial es fundamento. Tal como el salmón simbólico trasunta las violentas corrientes aferrado al ímpetu que le otorga la libertad de lo inevitable, el autor expresa la persecución de ciertas epifanías inéditas que asoman a la complejidad de la intuición. Como en un viaje hacia lo cabal de lo humano, el autor asoma el oído a cierta magnitud que le susurra y nos impele a culminar el avatar de la esencia rota que somos, desgarrados entre lo que se desea y lo que se alcanza, entre el placer y el deber, entre la utopía, la distopía y la eutopía. Soñamos lo que pretendemos, asumiendo la fe en verdades que aún solo asoman en el verbo desafiante; nadamos contra remolinos de hierros y yerros, y nos descabalamos al asumir la elevación humana del periplo, pero nadamos. El viaje del salmón culmina en sus aguas originarias. La acrobacia del salmón prefigura, con la paradoja del contraste, esa prometida tierra hasta hoy diferida por tempraneras representaciones. Gracias a una bizarra catarsis, Fundora nos lanza a remontar nuestras aguas primigenias, mientras con heurística ironía nos hace sonreír.