Las (di)versiones de Eva
En Las (di)versiones de Eva aparece un Curbelo interesado, ante todo, en contar una historia, con un estilo que, a primera vista, parecería un ajuste de cuentas con lo mejor de la narrativa latinoamericana del boom, pero rápidamente se comprueba la validez de la oralidad y el narrador omnisciente como recursos expresivos, de la construcción y el manejo de personajes mitad realidad mitad fantasía en estas historias, que, de ser escritas de otra manera, perderían movilidad y frescura. Porque si en la retórica mágico-barroca de los 60 el lenguaje llega muchas veces a tomar papeles protagónicos, aquí se sacude las alhajas y encarna en la parodia, hasta alcanzar el tono lúdicro. El autor se divierte mientras se burla del melodrama, de las situaciones absurdas y de los arquetipos. Es el juego como relectura y reescritura del canon.