La cabina del teléfono
Cuando tomó la decisión, no tenía consciencia de cómo cambiaría su vida en los siguientes meses. Era un adolescente solo, sentado en un puesto para dos personas de un bus de lata, marca Thomas. Estando allí, pensaba en lo poco que conocía la ciudad, pero como fuera estaba decidido a echar “pa’ lante”. De algo estaba seguro, tenía que sacar su mejor versión para afrontar su nueva vida que, por cierto, ni él mismo sabía en qué consistiría.
Luego de pelear un buen rato con el sueño, de cabecear al punto de golpear su cabeza contra la ventana, se rindió ante él mismo dejando que su mente volara entre sueños ambiguos, de esos que remueven sentimientos y parecen reales. En un corto tiempo estaría en la ciudad y allí sería “sálvese quien pueda”, refrán que hace eco a que cada quien le corresponde defenderse para sobrevivir o salir adelante a pesar de la situación que enfrenta.