La escritora que vive en mí
Mi amiga se entregó a su bruja. Se quitó los zapatos, la tiroides y la mitad de sus mochilas. Se liberó montándose en esa pluma como si fuera su escoba misma y dijo: voy.
Y así se entregó toda, con permiso a sincerarse, a destrabar nudos, a catapultar su voz… que así como guardada y profunda, era expansiva.
Maricel acuerpa su llamado, posa los dedos en ese teclado y que venga alguien a detenerla… que ni la cubana que nunca se fue – ni de su alma ni de los cofres – , ni la comunicadora curiosa e indagadora, ni por supuesto, la escritora que vive en – y con ella, menguará media sílaba de lo que tenga para plasmar.
La tinta que ha estado en ese fuego lento cobró vida para siempre. Qué regalo nos presenta.